Prólogo del libro de Montserrat Cano "Equilibrio Inestable"
© Jaime Alejandre, 2004
Si yo aún estuviera a
tiempo de pedirlo, de mayor querría ser Montserrat Cano. Nada
de ser bombero sino serlo todo, o sea, ser Montserrat Cano, una de esas
escritoras que nos enseña que frente a la mediocridad de las
tibias aguas de los arquitectos de bestsellers y frente a las huecas
alharacas de los poetas de la inanidad están las palabras de
quienes enganchan al lector sin grandes peripecias circenses que resultan
ser falsas, sino con la única importante, la sobria de la existencia.
Porque es muy escasa la nómina de hombres que conocen los mimbres
ocultos de la naturaleza humana y menor aún la de escritores
capaces de plasmarla en sus textos. Pero Montserrat Cano, sin duda,
es hermana del Camus de ‘La caída’, el Maurois de
‘Climas’ o la Yourcenar de ‘Ana, soror…’.
No hablo de oídas. He tenido el privilegio de transitar la práctica
totalidad de los textos que ha publicado y sé que no es una escritora
de hallazgo casual, una de esas flores de cactus que primaverean una
sola vez para luego desaparecer en el polvo del olvido. No, ella es
un continuo de creación de tan altos vuelos que para seguir sus
aleteos hay que haber mirado mucho al cielo.
Montserrat Cano honra al mundo en que vivimos con su humildad de escritora
que no garabatea para hoy sino para siempre y con la profesionalidad
de quien sabe que su genio no valdría gran cosa sin el afán
por las cosas bien hechas.
Yo, que no creo ni en Dios, ni en mí mismo ni en las buenas intenciones
de los presidentes de las multinacionales, sí creo en los escritores
integrales, los diversos, los que no dejan que te duermas en sus laureles,
los que te cambian el suelo que pisan ellos, poniendo siempre en peligro
su propia identidad. O sea, creo en los escritores que no se convierten
en prisioneros de sus propias virtudes, que no escriben siempre el mismo
libro para hacer caja. Y Montserrat Cano se entrega a la literatura
sin blandas concesiones ni lugares comunes, como quien ha alcanzado
mucho antes de tiempo la sabiduría que los dioses reservan a
veces sólo a algunos clarividentes ciegos como Homero.
Montserrat Cano sería un magnífico exponente de este tipo
de escritores de raíz, más que de raza...