Prólogo del libro de José Elgarresta "Cuentos ácidos"
© Jaime Alejandre, 2006
Envidiaba a José Elgarresta
por su curriculum labrado sin dar ni recibir (prebendas), sin poner
ni quitar (la mano), sin pasar ni ser pasado (por la turmix de las componendas),
o sea, siendo sin dejar de ser (él mismo) a pesar de la intemperancia
de las horas literarias que nos acosan.
Admiraba a José Elgarresta porque fue capaz de escribir del acibarado
oficio éste de las letras con sarcasmo y humor. Y es que cuando
yo, por ejemplo, lo he intentado, me pongo tan amargo que se me nota
el rencor de despechado por los cinco costados donde sólo hay
cuatro.
Pero no así Elgarresta,
que con la firmeza del sabio de la mansedumbre, desprovisto de resentimiento,
descubrió en su día por qué ‘los griegos
no sólo habían divinizado a los hombre sino también
a sus defectos’.
Sin embargo seguro que hay quien lo mire de reojo desconfiando de él,
porque todavía algunas gentes (y agentes) denigran a los autores
torrenciales defendiendo que el verdadero genio es el típico
rulfo que pare una obra y desaparece...
... el autor de ‘Cuentos ácidos’ nos demuestra con
cada una de sus obras que después de la cúspide él
es capaz de llegar aún a más altas cumbres siempre. Porque
tiene Elgarresta la única virtud que debe alumbrar a un escritor:
el inconformismo con sus propios hallazgos.
‘Los escritores jóvenes se ven forzados a llamar la
atención por medio de sensacionales chapuzas, hechas con miras
a obtener la independencia económica que se necesita para obras
monumentales, y para las cuales, cuando por fin llega la oportunidad,
habrán perdido el gusto y la capacidad’. Es palabra
de Russell, te alabamos, señor. Pero no es éste bochorno
que amenace los cuentos que se disponen a leer, así que disfruten,
gocen, sufran, desgárrense, lectores ante los Cuentos ácidos
de José Elgarresta, este escritor maduro, con esa madurez que
no le hace caer del árbol sino elevarse hacia la estrella más
preciada, la de su propio corazón.
No deje tampoco usted, lector, pasar esta oportunidad de conocer el
mundo y sus verdades, sus ficciones, su deliciosa diversidad.