Prólogo del libro de Gloria Nistal "Diario de Francesca Bicéfala"
© Jaime Alejandre, 2005
Según el último
censo autorizado por diversos frenopáticos hay en España
dieciséis millones de poetas, tres de ellos sin papeles. Infinita
es la taxonomía, necesaria tan sólo para los que entienden
la realidad apenas cuando se estabula. Poetas del culturalismo, del
feísmo, del coloquialismo, poetas de la línea clara, de
la épica, poetas no figurativos, poetas metafísicos, metametafísicos,
poetas tísicos, irracionalistas, neosimbolistas, poetas de la
sensibilidad del rock, poetas del realismo sucio, del realismo limpio,
poetas de la tibieza, postnovísimos, místicos, guerreros,
epidurales, campesinos, poetas generación beat, poetas de la
antología invisible, poetas del silencio, poetas de la generación
perdida, poetas encontrados y encantados de haberse conocido. Poetas
vivos, poetas muertos, poetas muy vivos, poetas de la experiencia, de
la diferencia, la indiferencia, la excedencia, poetas de la sección
nacional, poetas del signo del gorrión, poetas de la prueba del
nueve, poetas novísimos, ultranovísimos, novísimos
de la muerte y te lo juro por Snoopy. Sectas exquisitas en el reparto
del exiguo botín de los premios literarios que facilitan la publicación.
Premios literarios donde la dignidad del verso se asigna demasiado frecuentemente
en función de la teatralidad del laboro del poeta. Poetas basureros,
poetas malditos pero a sueldo.
Y de repente, en la corte de los muchos faraones donde los súbditos
sólo son los que no escriben, aparece Gloria Nistal, un polizón
cargado de autenticidad, la que da el haber vivido. Ya lo dijo Chéjov
a un joven jovenzuelo que no sabía distinguir qué debía
contar en sus relatos. ‘Viaje usted, viva, experimente, ame,
regrese, espere diez años y después relate cuanto recuerde,
sólo eso será lo que interese al mundo’.
Lo que pasa es que, experiencia o diferencia mediante, la poesía
actual, salvo honrosas y ocultas excepciones (‘nos hallamos
ante una sociedad literaria en que los escritores son simplemente famosos
o desconocidos’ Germán Gullón dixit), está
invadida por una panoplia de poetas que escriben de oídas y eso
acaba notándose en la astenia que producen sus lecturas de lugares
más vulgares que comunes.
Con estos mimbres, mañana, ¿qué poetas de hoy serán
conocidos? ¿Sólo los reconocidos? Poetas ¿de qué
experiencia, si no han salido del cascarón de su casita de pueblo
o de ciudad? Poetas ¿de qué diferencia, si son clónicos
de lo insustancial balando a capela con la oveja Dolly y pretendiendo
con su fingida oscuridad unas elevaciones que no alcanzamos todos los
mortales?
Así que, lector, si es usted de quienes se llevan códigos
Da Vinci a sus vacaciones, si está usted en nómina como
funcionario de los que leen ficciones que creen entretenernos con sus
monocelulares aventuras, huya de este Diario de Francesca Bicéfala.
Si es usted de quienes optan por el relumbrón de los famosos
y no por los claroscuros de los auténticos, huya de Gloria Nistal,.
Pero sepa que esos que le entretienen y alienan, en realidad no son
escritores, aunque sean necesarios, como el aero-red, la ley de la gravedad
o los anuncios de compresas. ¡Quién preferiría un
tampax a Albert Camus!
Así que si acepta usted la realidad gozosamente ardiente de la
existencia sin paracídas, acoja este libro y sobreviva a él
sabiendo lo que dijo Nietzsche, que “el que tiene un porqué
para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”.